Estoy leyendo ahora el libro “Trece rosas rojas”, del periodista Carlos Fonseca.
Entre horrorizada y fascinada me encuentro con él… Horrorizada por los testimonios de los y las supervivientes de aquella época y fascinada por los tragaderos de la gente que, aún hoy, sigue defendiendo a los golpistas…
Ganaron la guerra prometiendo paz y tranquilidad, no represalias… y lo que hicieron fue convertir Madrid en su coto particular. Un lugar donde campaban a sus anchas e impartían “justicia” para acabar con los malvados rojos.
Su “justicia” consistía, básicamente en detener a todo aquel que oliera a "rojo”, aunque simplemente hubieras saludado a uno en un momento dado. Automáticamente, te convertías en sospechoso.
Los detenidos eran encerrados en condiciones espantosas, sin apenas comida ni agua. Sometidos a interrogatorios (léase torturas) para que delataran a sus compañeros.
Los vencedores, auténticos revanchistas, sometían a juicio a los derrotados, sí. Pero los juicios eran una patética parodia, puesto que los acusados estaban condenados de antemano…
Ahora nos horrorizamos por las torturas a los presos en Guantánamo, pero no queremos ver que aquí, en España, se hacía exactamente lo mismo: se torturaba a la gente hasta la extenuación, se encarcelaba a los niños con sus madres y se permitía que estos murieran de hambre y enfermedades. Se les sometía a falsos juicios para que el luego, el glorioso caudillo firmara sin vacilación las penas de muerte…
Eso pasaba aquí, señoras y señores, sin que nadie moviera un dedo para evitarlo. Y siguió pasando durante años hasta el caudillito tuvo el buen juicio de morirse y darnos un poco de libertad (que ahora pretenden quitarnos de nuevo, por cierto).
Para los que ya estéis pensando en echarme en cara a Carrillo y Paracuellos del Jarama… Sí, también hubo paseíllos por parte de los republicanos. Pero fueron durante la guerra. Eso no lo hace menos horrible, por supuesto. Mucha gente de ambos bandos murió en la guerra (comenzada por el levantamiento de Franco, no lo olvidemos)… demasiada e inocente en muchos casos…
Pero a partir del 39, señores míos, los nacionales hicieron de sus paseos un hábito. Esto no parece mal porque, claro, eran traidores rojísimos que iban a hundir a España… y los homosexuales y las mujeres y los intelectuales…
Los niños y los nietos de los fascistas, probablemente no vean en este libro más que una sarta de mentiras. Pero aquellos que tengan libertad de pensamiento sentirán el horror, no sólo de las Trece Rosas, sino el de todas sus compañeras y compañeros que murieron por pensar de manera diferente, por creer que era posible un mundo más justo para todos…
Que sus nombres no se borren de la Historia…