Hace unos meses falleció un familiar y me legó una casa.
Hasta ahí, todo bien. Normal en algunas familias.
El caso es que está en a tomar por culo de donde yo vivo y lo más rentable es venderla.
La iban a comprar unas primas. Digo iban, porque dijeron ofrecerme un dinero por la casa y ya no.
El caso es que se ha tasado casi por la misma cantidad que ellas me daban y ahora resulta que, pobres, les parece mucho dinero...
No hay problema, diréis. La pones a la venta y lo mismo consigues venderla y hasta por más dinero.
Y sí, es lo que está en mis planes si no me ofrecen, al menos, lo que se supone el tasador.
Pero claro, amigos, entramos en el maravilloso mundo de las relaciones familiares. ¿Adivináis quién va a quedar como el ser repelente y asqueroso que no acepta el grandísimo favor que me hacen?
Esto me lleva a que, ellas y su rama familiar me la pelan. Apenas tenemos relación y perder ese mínimo no me va a afectar.
El problema es que tengo familia más cercana, que han tomado partido por ellas. Es obvio que yo soy más pobre que las ratas y cualquier cantidad me ha de venir bien. Todo lo hacen por mi bien.
Sigo mi camino vale, es lo correcto.
Pero me afecta su opinión. Me afecta que se pongan de su lado y me echen la bronca (sí, sí, como lo leéis). También os digo que son los mismos que se veían en la obligación de hacerme ver que lo mejor para mí era trabajar en el hospital, me gustase o no.
¿Por qué les dejo? ¿Por qué se creen con derecho a decirme cómo vivir mi vida? ¿Por qué su opinión ha de ser la única que vale? ¿Por qué me importa tanto?
Buff, perdón por el rollo, pero necesitaba desahogarme.
Feliz domingo,
Ygerne