La
pasada semana, tal día como hoy, Óscar estaba un poco apagado y
apenas comió.
Con
todo, salió de paseo como cualquier otro día, bajando las escaleras
como si no hubiera mañana (para subirlas ya necesitaba que cogiera
en brazos).
Yo
pensaba en que, a pesar de que la veterinaria me decía que no tenía
dolor, el perro debía estar pasándolo mal. Sin comer, ese día ni
probó el agua, ¿cómo podía estar bien?
El
caso es que la última vez que lo saqué a pasear, se rompió
(literalmente, su bazo se reventó).
Lo
subí a casa y llamé a la veterinaria.
Media
hora después, me decía lo peor: Óscar sangraba por dentro y nada
se podía hacer por él, salvo aliviarle el dolor.
Volvimos
a casa sin él. Con la tranquilidad de haber hecho lo más humano por
él, pero destrozadas.
Y
así, llevamos una semana llorando su ausencia, que se siente enorme.
Los
que no tienen animales no lo entenderán, pero me da igual. Óscar
era más que un perro, era Familia, y lo lloramos como tal.
Te
echamos de menos, solete.
Al
menos sé que ya no sufres y eso me consuela un poco.
-Ygerne