miércoles, 5 de diciembre de 2012

LA EXTRAÑA DE LA FAMILIA

TRAS EL CRISTAL DE MI VENTANAEn estos días he encontrado por Facebook, una página del pueblo de mi madre, donde viven casi todas sus hermanas y la mayoría de mis primos.
Pues bien, había fotos de una celebración, en la cual estaban algunos de mis primos y los hijos de estos, a los cuales sólo conozco de vista (menos a los que viven aquí y alguno que ha venido de visita) y gente del pueblo a la que desconozco por completo (quitando uno dos que viven aquí y van allí de vacaciones)…
El caso es que mientras miraba las fotos deseaba estar allí, porque lo estaban pasando muy bien…
Pero, de pronto, me di cuenta de que si estuviera allí, no lo pasaría tan bien. Me sentiría desplazada…
No me entendáis mal. No quiero decir que fueran a tratarme mal o me apartasen aposta, pero… hace unos 20 años que no los veo… así que, obviamente, soy una extraña para ellos… y ellos para mí.
Que sí, que somos familia y la sangre llama y todo eso… pero que queréis que os diga… para mi el roce hace el cariño y con gente que hace 20 años que no veo… roce ninguno y cariño… poco, la verdad.
Aquello es un pueblo pequeño, en el que todo el mundo se conoce y la mitad está emparentada con la otra mitad (o casi). O sea, que son una piña y lo mismo trabajan juntos que se reúnen y montan un sarao.
¿Cómo encaja ahí una tía (en mi caso) que  se ha criado en la otra punta del país y que, por mucho que mi madre mantenga acento y alguna costumbre de allá, tengo gustos diametralmente opuestos e intereses diferentes va a encajar en ese grupo?
Intentarían que encajase, por supuesto. Me meterían en medio de la gente y me la presentarían y tratarían de que no me faltara de nada y que estuviera cómoda, pero seguiría siendo la de fuera.
Por que, ¿de qué hablar cuando no sabes nada de la rutina del pueblo y ellos apenas saben nada de ti? Y no me vale el eterno tema de: “¿Cuándo te casas?”
En fin, que me hizo ilusión ver a mi familia en esas fotos, pero acabé sintiéndome como la mujer de la imagen… espiando la felicidad ajena, envidiándola un poco, pero al mismo tiempo sabiendo que, aunque estuviera metida en todo el fregado, sería sintiéndome una espía, una extraña…

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