“y marchándose dirá: que descanses bien y con tranquilidad, y que la tierra te sea ligera sobre los huesos, bien resguardada.”
Tíbulo (Elegías, 2, 4, 50)
EL dos de abril, sobre las cinco y media de la tarde, nos dejó mi tío Camacho…
Se llamaba Antonio, pero todo el mundo lo conocía por su apellido, incluso nosotros le llamábamos así.
Le recuerdo estirado y elegante, siempre hecho un pincel. Pateando Avilés de una punta a otra, siempre bromeando con la gente. Todo el mundo le conocía y le quería.
Era el alma de las reuniones familiares, siempre disfrazándose y contando chistes para que la gente se riera… y cantando… cantaba muy bien coplas de su querida Huelva…
También podía ser hosco, se enfurruñaba y protestaba, aunque no tuviera motivos… A veces rayaba en lo cruel, según su humor, sobre todo en los últimos años...
Estuvo enfermo los últimos años, problemas de unos bronquios castigados por el tabaco y por años trabajados en la mina de Río Tinto.
Fue su enfermedad, unido a que no aceptaba estar enfermo y mayor, lo que hizo que su humor se volviera más oscuro, que peleara más, que estuviera siempre hablando de morirse y mandarlo todo a tomar viento.
Le vi hace un par de semanas. Estaba malito, pero más o menos lúcido y tenía ganas de mimos y de broma… aunque no dejaba de cagarse en todos los santos.
Teníamos la esperanza de que saliera del hospital, pero la realidad es que hacía casi un mes que había dejado de luchar y solo quería irse…
Dejó de comer, protestaba cuando tenía que tomarse los medicamentos y juramentaba cada vez que intentaban sondarle…
Esta mañana, le retiraron la medicación. Estaba muy medicado y, a pesar de ello, tenía una fiebre altísima que le llevaba a delirar llamando a antiguos familiares ya fallecidos… su hijo estuvo con él toda la mañana y se fue a comer, como siempre. En ese intervalo, solo, como su mujer 14 años antes, dejó el cascarón inútil en que se había convertido su cuerpo.
Él, que siempre fue un espíritu libre y que había pasado varios años encerrado en casa, voló por fin, al encuentro de quién sabe que mundo, definitivamente mejor que este.
Le voy a echar de menos. En muchos sentidos, hizo las funciones de padre cuando perdía al mío. Y aunque a veces me sacaba de quicio, era imposible pasar mucho tiempo enfadada con él. Y ahora lo estoy, y mucho, por rendirse y dejarnos.
Se rindió, dejó de luchar y por ello hoy lloramos su pérdida.
Le vamos a echar muchísimo de menos, como ya dije era la alegría de la huerta y siempre tenía un chiste en los labios o alguna ocurrencia que nos divirtiera… Y así es como quiero recordarle, divertido, ocurrente, siempre haciéndose notar, vital…
28/5/2013: Añado este vídeo, editado por su hijo, mi primo, como homenaje a un gran hombre...
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